Seguro que todos hemos oído a alguien decir eso de: “Me he puesto bótox”. Y efectivamente, esto tiene que ver con los tratamientos de medicina estética. Sin embargo, la mayoría de las personas relacionan el bótox con un tratamiento de medicina estética facial, y lo cierto es que esta toxina tiene otras muchas aplicaciones, que pasamos a explicar con detalle a continuación.
Disimular arrugas faciales
Una de las propiedades de la toxina botulínica del tipo A (bótox) es su capacidad de paralizar la musculatura, lo que suele aplicarse mayoritariamente para la corrección de arrugas faciales en el sector cosmético.
Tratar el estrabismo
El bótox también puede ser utilizado para tratar el estrabismo, dado que los ojos están rodeados de músculos y la toxina botulínica actúa paralizándolos. De esta forma, si se actúa de forma precoz, el estrabismo puede reducirse hasta en un 60-70% utilizando bótox, y se puede conseguir así evitar la cirugía.
Hiperhidrosis
Otra de las aplicaciones del bótox es la de frenar el exceso de sudoración que padecen muchas personas y que les supone graves problemas sociales y de autoestima. El bótox consigue frnear la hiperactividad de las glándulas sudoríparas, disminuyendo en un grandísimo porcentaje el volumen de sudor de una persona que sufre hiperhidrosis.
Aunque los efectos son temporales, el cúmulo de sesiones prolonga cada vez el bloqueo del sudor. Se trata de una solución altamente efectiva.
De esta forma, podemos comprobar que la toxina botulínica de tipo A, comúnmente conocida como bótox, tiene muchas más aplicaciones de las que podemos conocer a priori. Así, esta sustancia se configura como un imprescindible en las clínicas de medicina estética, siendo muy útil para muchos de sus tratamientos y consiguiendo aliviar muchos de los problemas que en las clínicas de medicina estética se tratan.